Crítica de PLUJA, de Guillem Albà & Clara Peya

Os dejamos el artículo escrito por Toni Rumbau, crítico de teatro y actualmente director de la revista Titeresante.

Titeresante es un espacio de encuentro, complicidades, entusiasmo, intercambio, reflexión y conocimiento sobre teatro visual, de títeres, sombras y objetos. Su interés engloba modernidad y tradición, noticias referentes al día a día de los titiriteros y artículos de fondo y reflexión.

El artículo ha sido traducido de la versión en catalán de la revista, Putxinelli. 

«Una bocanada de aire fresco fue Pluja, el espectáculo presentado por estos dos personajes insólitos del espectáculo, Guillem Albà y Clara Peya, que se metieron al público en el bolsillo desde el primer minuto. Digo insólito porque realmente estos dos jóvenes intérpretes parecen haber nacido en un escenario, tan cómodos se sienten y con tanta naturalidad actúan. De hecho, Guillem Albà nació literalmente en los escenarios, desconozco el caso de Clara Peya.

La propuesta plantea el tema de la fragilidad, muy difícil de hacerlo en un escenario desde la sinceridad de los intérpretes. La radical fragilidad que todos sentimos hoy en día, reducidos a nuestras únicas individualidades, despojados de disfraces colectivos que hace tiempo dejaron de funcionar. Para situarnos en el tema, nos muestran nuestra pequeñez cuando nos miramos desde muy lejos, desde fuera del planeta. Es magnífico ver cómo hay una especie de despojo en el que los dos intérpretes se van sacando sus corazas, las protecciones que los defienden de los espectadores, hasta alcanzar un efecto impresionante de reflejo con el público: desde la transparencia radical de su fragilidad, nos contemplan y nos hacen sentir lo mismo que sienten ellos. Por ello la actuación es delicada, de una gracilidad que deviene poesía y sutileza. Una mirada y una presencia que desarman a los espectadores.

El estilo de Clara Peya en su relación con el piano, que rompe las convenciones habituales del concertista y se deja llevar por las corrientes interiores, sean emotivos o puramente teatrales, ayuda a crear esta atmósfera de sinceridad y de desprotección escénica.

Hay varios desenlaces en la obra. Uno es el desdoblamiento de los intérpretes en marionetas, imagen de la autoconciencia de nuestra fragilidad radical, un vertido magistral del actor para poder seguir mirando, ante la impasibilidad del público, cercano pero distante por obligación.Después, los dos intérpretes parecen haber comprendido que ellos también son dos marionetas que buscan protección, el baúl típico de marionetas. No un baúl de fantasía sino los reales que utilizan las compañías de títeres para hacer bolos y guardar sus marionetas. La escena de los dos metiéndose en la caja metálica es de una fuerza imponente, redondeando temáticamente todo el espectáculo.

Pluja impactó porque los dos intérpretes lograron explicar lo que querían yendo a la esencia del despojo del actor, a una síntesis de medios y de técnicas, ella desde el piano y la presencia desprotegida, y él desde la mirada, la palabra y el gesto. Y es esta síntesis lo que los acerca a la esencia del mundo de los títeres, de modo que en el caso de Guillem Albà, bien podría considerarse como una especie de homenaje a sus orígenes titiriteros.

Un espectáculo en el que verdad y ficción parecen mezclarse para arrastrar al espectador a un terreno de sutil autoconciencia en lo que nos hace humanos. Magnífico!»